Hola

Empecé este diario cuando me movía entre asociaciones de vendedores de prensa, quiosqueros -yo era uno de ellos- y asociaciones que trataban de unificar ese sector tan atomizado y echado a perder. Cuando la crisis y otras circunstancias municipales me obligaron a cerrar mi negocio, decidí mantener el blog para ir dejando aquí mis impresiones, no solo acerca de aquello, sino del mundo que me rodea.

Siempre hay cosas que decir, siempre hay algo por lo que luchar...

Culpables

Todos somos culpables mientras no se demuestre lo contrario; es, al parecer, la política que La Voz de Galicia aplica a los vendedores de prensa. Lean su última circular, esa en la que nos comunican las condiciones de la promoción del sorteo de unos cuantos Audi.

Con la única finalidad de conseguir un importante incremento de ventas que nos va a beneficiar a todos. ¿A todos? ¿Igual que su política de captación de suscripciones que apartan al cliente del quiosco? A estas alturas estamos curados de espantos y el lobo ya ha venido muchas veces, demasiadas veces como para seguir confiando en estos señores.

La única finalidad de La Voz es incrementar ventas. Punto. Sobra la coletilla de que nos va a beneficiar a todos, sabemos que no es verdad.

La circular no tiene desperdicio. Después de contarnos las excelencias de la promoción, lo mucho que nos va a beneficiar, el duro esfuerzo que han hecho para ponerla en funcionamiento, pasan a lo importante; tanto que el párrafo viene marcado con una flecha a bolígrafo y una nota que dice "leerla": No podremos participar los empleados de Corporación Voz de Galicia, repartidores y vendedores de prensa, ni sus cónyuges y familiares en primer y segundo grado.

¿Podremos?¿Vendedores de prensa?¿Desde cuándo La Voz y los vendedores de prensa van juntos bajo el verbo podremos? No, señores, de momento los vendedores somos profesionales independientes no subyugados a La Voz ni a ninguna otra editora, sin más contrato con ustedes que unos tiquets ilegibles con los que justifican el pago de los ejemplares que nosotros les vendemos; que hasta en eso son incapaces de mejorar.

No, no podremos. Ustedes no podremos y nosotros parece que no podrán participar en esta promoción; aunque está por ver que sea legal esa norma que se han sacado de la manga metiéndonos en el mismo saco que a sus empleados, porque me da la impresión de que no tienen ustedes potestad ninguna para excluirnos.

En lo que se les ha ido la olla totalmente, lo que raya la aberración, es ese ni sus cónyuges y familiares en primer o segundo grado. Menudo cabreo se ha cogido mi hermana, compradora de La Voz a mi pesar, y a la que no permiten participar por ser yo vendedor de prensa. Mi hermana, que vive a trescientos kilómetros de mi ciudad y a la que no veo más que en Navidad y alguna que otra fiesta familiar, me ha llamado para darme las gracias y decirme que a ver si la Seguridad Social se inventa una norma semejante y excluyen de sus competencias a los familiares de los médicos de cabecera. Que se busquen la vida y se hagan un seguro privado.

Pero según vamos leyendo la circular la cosa se va poniendo peor. Después de excluir a nuestras familias -mi hermana dice que a partir de ahora va a comprar El País, que no le saca a relucir a su hermano en las promociones-, empieza la presunción de culpabilidad y se meten en el tema de las devoluciones. Por anticipado y sin que hayamos hecho nada malo -que sepamos-, nos amenazan con no abonar los ejemplares deteriorados o las cartillas perdidas por el camino, además de ponernos deberes: Hay que sacar las cartillas de los periódicos y devolverlas por separado. ¿Nos van a dar un cinco por ciento más de beneficio por este trabajo extra, como hacen por tenernos la mañana del domingo encartando suplementos? No padre, ni un duro por colaborar con la promoción. Ustedes háganlo bien y como premio, y si son buenos y obedientes y si tienen suerte, les abonaremos todo lo que devuelvan.

Claro, como es habitual, en cuestiones de devolución estamos vendidos, ya que los repartidores no nos firman un recibo en el que figure el número de ejemplares devueltos ni las condiciones en que son entregados. Se dejan en el cajón y si eran nueve y La Voz dice que a ellos solo le han llegado siete, nos comemos dos con patatas y los pagamos de nuestro bolsillo porque no hay forma de demostrar cuántos dejamos en realidad. ¿Y recibimos algún ejemplar sin cartilla? Pues lo mismo, porque al no ser entregados en mano es la palabra de La Voz contra la nuestras. Y me temo que la nuestra no vale nada.

La circular finaliza agradeciendo nuestra colaboración, que hay que joderse con la frasecita después de todo lo anterior. Qué huevazos.