Hola

Empecé este diario cuando me movía entre asociaciones de vendedores de prensa, quiosqueros -yo era uno de ellos- y asociaciones que trataban de unificar ese sector tan atomizado y echado a perder. Cuando la crisis y otras circunstancias municipales me obligaron a cerrar mi negocio, decidí mantener el blog para ir dejando aquí mis impresiones, no solo acerca de aquello, sino del mundo que me rodea.

Siempre hay cosas que decir, siempre hay algo por lo que luchar...

#Yohagohuelga

A pocas horas de la huelga general, la consigna en los medios parece que es nadie va a salir mañana a la calle. El Gobierno ha puesto toda la carne en el asador para convencer al pueblo de que no es momento para manifestarse, apoyándose en demagógicas historietas de tebeo como la de que un día de paro hará perder miles de millones de euros al  país. Aupado como un don Tancredo  de pandereta en la peana de la soberbia, el ministro de turno afirma sin rubor que pase lo que pase mañana no van a cambiar ni una coma de la reforma laboral. 

Muy tonto tiene que ser un trabajador para convencerse de que no es momento para una huelga; a ver si ahora resulta que manifestarse y protestar cuando a uno le tocan su dignidad y sus lentejas no es políticamente correcto y que las huelgas hay que hacerlas no ahora, sino en plena bonanza económica. Y sin embargo hay gente que se lo cree y está dispuesta a dejarse sodomizar para reparar una catástrofe que han causado los que no están dispuestos a poner ni un euro de su parte ni a perderlo de sus beneficios. 

Es indignante que se nos quiera hacer comulgar con la rueda de molino de que la única solución a esta crisis pasa porque los pobres, los trabajadores, debamos apretarnos el cinturón y malvivir con sueldos de mierda y renunciar a nuestros derechos tan difícilmente adquiridos; es indignante  que algunos trabajadores se lo crean y estén dispuestos a aceptar semejante barbaridad sin darse cuenta de que al mismo tiempo que a ellos se le piden sacrificios, a los Botín, a los Ortega, Mera, Entrecanales, Koplovitz, Alcocer, March y otros ilustres y conocidos personajes que este año, en plena crisis, han ganado un 6% más que el año anterior, no se les exige ni siquiera que paguen los mismos impuestos que los demás gracias a unas leyes que les permiten evadir lo que les da la gana sin grandes problemas. 

Tras los árboles de la crisis se esconde un bosque mucho más profundo y oscuro, una trama para asimilar la mano de obra occidental a la de países como China para que las empresas puedan competir; se trata de acabar con la clase trabajadora tal y como ahora la conocemos en beneficio del empresariado, de convertir al trabajador con derechos en un esclavo que produzca a cambio de apenas lo justo para no morirse de hambre. Sin vacaciones, sin derechos, dispuesto a aguantar los abusos de la clase empresarial y sobre todo a aceptarlo como si fuera algo natural. 

Y si no reaccionamos ahora no reaccionaremos nunca. 


Dignidad

El pesebrismo de los sindicatos está siendo un hándicap a la hora de plantear una huelga general. Ni a UGT ni a CCOO les queda ya credibilidad entre sus afiliados porque ambas se han convertido, junto a los partidos políticos y demás instituciones públicas, en unos vividores cuya única finalidad es forrarse y vivir a lo grande a ser posible sin pegar palo al agua. 

Da auténtica pena ver a dónde hemos llegado y en qué se ha convertido este país, en el que día sí y día no se descubre un nuevo caso de corrupción; aquí ya no se salva ni Dios, políticos de derechas y de izquierdas, comunidades autónomas, diputaciones, ayuntamientos, y ahora también la Corona. Lo peor ya no es que roben, es que han descubierto que el pueblo vive embobado y ya no se preocupan ni de disimularlo. Los pies de barro de la Justicia, aupada al poder por el propio Ejecutivo, la convierten en un satélite más de toda esta basura institucional. 

La huelga, que es de lo que íbamos a hablar, ha sido convocada con pocas ganas y menos buenas intenciones por unos sindicatos que a base de engañar al trabajador ya no creen ni en sí mismos. No tenían, sin embargo, otra opción; o se convocaba ahora, después de la descarada reforma laboral del PP o perderían toda ocasión de hacerlo. Lo han hecho, por lo tanto, por obligación y quizá jugándose la poca credibiliad que les pudiera quedar. 

Y a pesar de todo, los trabajadores debemos salir a la calle. No por los sindicatos, debemos salir por nosotros mismos, porque es inadmisible que se nos convierta en chivos expiatorios de la crisis, porque ni la hemos provocado ni la tenemos que resolver nosotros. Son los que manejan cifras de muchos ceros desde detrás de la pantalla de un ordenador, los que toman decisiones que cambian la vida de millones de personas, los que se intercambian estampitas de euros, los que juegan con nuestras vidas, son ellos los que nos han llevado a esta situación. ¿Y ahora resulta que para solucionarla tenemos que sacrificarnos los que mientras ellos se forraban, hemos estado ganándonos los garbanzos para poder comer y pagarle el colegio a nuestros hijos? 

No es solo una reforma laboral, es un cambio radical en el sistema; se trata de convertir a los trabajadores en mansos corderitos que sacrificarán sus vidas por la gran empresa. Números sin vida propia y sin derechos, esclavos que a cambio de cama y comida trabajarán veinticuatro horas al día, carne de cañón para el país. Es el fin del obrero como individuo convertido en masa laboral, es la extirpación de todos los derechos que tantas décadas nos ha costado conseguir. La vuelta al siglo XVIII, la pérdida de la dignidad. 

Debemos salir a la calle. A pesar de los sindicatos.