Hola

Empecé este diario cuando me movía entre asociaciones de vendedores de prensa, quiosqueros -yo era uno de ellos- y asociaciones que trataban de unificar ese sector tan atomizado y echado a perder. Cuando la crisis y otras circunstancias municipales me obligaron a cerrar mi negocio, decidí mantener el blog para ir dejando aquí mis impresiones, no solo acerca de aquello, sino del mundo que me rodea.

Siempre hay cosas que decir, siempre hay algo por lo que luchar...

Viento en popa a toda vela... directos al cuerno.

Si ya los agostos suelen ser malos para el quiosco, este año está siendo desolador; tanto que me estoy planteando para el próximo cerrar por vacaciones, al menos ahorro luz y tener que pringar haciendo devoluciones todos los lunes.

Javier, que es de esos que compran La Voz, llegó el domingo temprano con un fajo de ellas debajo del brazo.

- ¿Cuántas quieres? Te las vendo a mitad de precio.

Tengo buen sentido del humor, pero cuando se trata de mis lentejas la cosa cambia. No están las cosas para bromear. Mi cara era un poema, lo que me faltaba era ver a los clientes ofreciéndome a mí la mercancía.

- ¿De dónde coño has sacado todo eso, has atracado a la competencia?

- No. Están en la calle, a la puerta del colegio ese que hay un poco más arriba. Los que quieras y gratis, ya he estado repartiéndolos en el bar y todavía me quedan estos.

Dejé a mi mujer en el quiosco y salí disparado, aquello tenía que verlo con mis propios ojos. En efecto, a la puerta del colegio había una columna de periódicos de La Voz de Galicia. Le pregunté a una chica que, sentada en el escalón, leía uno de ellos.

- Buenos días, ¿Se pueden coger estos periódicos?

- Sí, claro. Los dejan aquí cada dos domingos, viene mucha gente a buscarlos, son gratis.

No sé si soy idiota o es La Voz de Galicia la que me quiere hacer tonto vendiéndome unos periódicos que luego regala a escasos metros de mi quiosco. Ya con más calma, porque en aquel momento lo que me apetecía era plantarle fuego al quiosco, lo comenté con otro compañero que tiene su punto de venta al otro lado de la ciudad. ¿Pero te enteras ahora? A mí me lo llevan haciendo mucho tiempo y los domingos no vendo una Voz ni por casualidad.

A grandes males, grandes remedios. Habrá que usar sus mismas armas. Quizá me acerque muy temprano por ese colegio el próximo domingo y las haga desaparecer todas.

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