Rato, que perdió el carro de la política y encontró el de forrarse por otros caminos, deja en anécdota al capitán del Costa Concordia y abandona el barco que él mismo encalló en las piedras, como si la cosa no fuera con él. Ahí os lo dejo, ha debido pensar, la culpa es de las piedras que aparecieron de la nada sin poner el intermitente.
En este país nadie es responsable de nada, es la costumbre, aquí se hunden bancos, se dilapida el dinero público, se lleva a la nación a la bancarrota, y si te he visto no me acuerdo, que se apañe el siguiente que yo no he sido. Rato se irá sin responder ante nadie ni devolver el dinero que ha estado ganando por no hacer nada; o lo que es peor, por hacerlo mal. Y entonces aparece Rajoy, que ni abronca al niño Rato ni le chista siquiera por no haber hecho los deberes, y saca de la chistera siete mil millones de euros para desfacer el entuerto.
A este paso la monarquía va a durar poco. Vamos camino de convertirnos en república. Bananera.
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